El andalucismo es un valor en alza. Más allá de los éxitos políticos y los fracasos electorales del PA, más allá de la coyuntura que lo pone de moda en estos días, más adentro de todo eso tengo la convicción y la certeza de que es necesario, de que ha sido y sigue siendo un aportación imprescindible no sólo en Andalucía, sino también en el conjunto del estado. Por eso no es sorprendente que los partidos centralistas, que tienen sucursales en el conjunto de España, proclamen su andalucismo, le añadan una “A” a sus siglas y ondeen banderas andaluzas. Algunos creen que en determinados momentos es conveniente hacer ostentación de los símbolos, como una lluvia de caramelos (chuches, al fin y al cabo) en una cabalgata de Reyes Magos, algo fugaz que deja un sabor dulce y una bonita foto.
Con mucho de maquillaje, de propaganda, de teatralización y de temporalización cuando interesa al líder o a la audiencia, se programa un show y se hace un alarde de lo que convenga. “Estamos en la sociedad del espectáculo y la política no es ajena”. Eso piensan algunos políticos. Son los que te dicen que desde Roma lo del “pan y circo” funciona. “Démosles a los ciudadanos, que son “mentes simples”, cosas complejas para que disfruten y se entretengan”.
Yo no pienso así, más bien pienso todo lo contrario, no creo en las mentes simples y acríticas que “tragan” cualquier cosa. Me interesan los ciudadanos conscientes, los que “metabolizan”, los que eligen, los que no renuncian al dolor de la lucidez. Y creo que la inmensa mayoría de los andaluces son personas de mentes complejas que tienen, además, capacidad de disfrutar de las cosas simples.
Por eso, para las y los andaluces conscientes quiero apuntar algunas claves sobre el andalucismo y que después ellas y ellos saquen su conclusión. Confío tanto en el pueblo andaluz que pongo mis palabras a su disposición para que haga con ellas lo que quiera.
Porque el andalucismo defiende, en primer lugar, la existencia de un sujeto político colectivo, la existencia del pueblo andaluz como mediación entre cada persona individual y el mundo en abstracto. El pueblo andaluz existe y es concreto. Tiene un espacio físico en el que habita, tiene pasado, presente y futuro y tiene una identidad anclada en el mestizaje y la convivencia que resulta particularmente valiosa en un mundo complejo. Los andaluces son diversos, no son todos de derecha ni de izquierda, no son todos nacionalistas ni centralistas. A algunos partidos políticos les interesan sólo “los suyos”, al andalucismo le interesan todos los andaluces.
Esa es la razón de que el espíritu de Andalucía no puede ser otro que el del 4 de diciembre. Con todo el cariño y el respeto para la ciudad nazarena y las 20.000 personas que caben en su velódromo, más allá del show (lo haga quien lo haga), el espíritu de Andalucía no es un lugar, es una fecha, es el despertar de un frío día de diciembre en el que más de un millón de andaluces salieron a la calle en todas las ciudades. Y ese espíritu no es de nadie porque es de todos, es del pueblo andaluz. Es el día en el que los andaluces pasan a ser sujeto y dejan de ser objeto o complemento circunstancial de la política en España.
El andalucismo no es la derecha, precisamente porque hay toda una historia de invisibilidad de Andalucía, de manipulación y de apropiación de nuestra identidad, una historia de sometimiento que siempre ha interesado a la derecha. Y contra ella se rebela el andalucismo y se rebelaron los andaluces el 4 de diciembre. El objetivo del andalucismo es precisamente el contrario, hacer visible a Andalucía.
El andalucismo tampoco es la izquierda tradicional, porque no ha habido un proyecto valiente y decidido para la cohesión de Andalucía desde el partido, pretendidamente de izquierda, que gobierna Andalucía desde hace casi 30 años. La política andaluza no ha tenido contenido propio desde los días fundacionales. Después nos han tapado con el mismo manto de silencio e invisibilidad. La autonomía supeditada.
Por eso, el andalucismo no es ni el PP ni el PSOE, ni sometidos ni supeditados. Nos diferencia la ideología, la cultura, la práctica política. El andalucismo sigue gritando, desde 1919 ¡Viva Andalucía Libre!
Por eso no es andalucista quien convoca las elecciones andaluzas juntas con las generales (PSOE), quien no ha pagado en 28 años la Deuda Histórica con Andalucía (PP y PSOE), quien se burla de los símbolos andaluces (Vidal-Cuadras) o de nuestra manera de hablar (Nebreda), quien pacta una financiación autonómica que no responde a nuestras necesidades (PP y PSOE), quien entiende que Andalucía es un campo de batalla para victorias partidarias (PP y PSOE), quien abandona Andalucía y se va a Madrid porque quiere hacer política (Arenas y Chaves).
No es andalucista tampoco quien pretende hacerse el amo de la Constitución. Porque la Constitución no tiene amo, es de todos, la Constitución no es una ideología, es un pacto entre todos. Y el andalucismo sí es una ideología que ya existía cuando se elaboró la Constitución, el andalucismo existía antes de quienes ahora quieren hacer suya la carta magna, que entonces no existían. El andalucismo sabe que el pueblo andaluz desbordó los límites establecidos en la Constitución y PSOE , AP y UCD no tuvieron más remedio que aceptarlo. Por eso no vale la chuche del “andalucismo constitucional”, porque empacha y no se entiende.
La crisis mas importante de todas las que nos azotan, la crisis de los valores no puede resolverse con engaños. No habrá servido para nada tanto sacrificio. Cuando alguien incluye el andalucismo en su discurso político como si fuera una chuchería, buscando la rentabilidad derivada de la fortaleza del andalucismo, está repitiendo el comportamiento del financiero Madoff .
Es cierto que Andalucía necesita un cambio, es cierto que el mundo necesita cambios. Y los cambios para que sean reales, para que sean efectivos, para que modifiquen las cosas no pueden partir del maquillaje o de lo accesorio, los cambios nacen de las convicciones auténticas. Andalucía no es Lampedusa, no creo en el cambio que pregona quien sólo pretende la impostura de “cambiar algo para que todo siga igual”. No puede liderar el cambio en Andalucía quien la considera subalterna de las decisiones que se toman en Madrid, ya sea en la calle Génova o en la calle Feraz. Los cambios saldrán de adentro, como ocurrió el 4 de diciembre, no vendrán de afuera. El cambio que necesita Andalucía es el “por sí” de nuestro escudo, es el del pueblo andaluz consciente, es el de los sones de la verdiblanca. No es tiempo de rumbitas edulcoradas, es tiempo de voces graves y comprometidas. Es el tiempo del andalucismo porque es la hora de Andalucía.